Nazario volvió a casa antes de tiempo.
Cuando me vio, yo estaba sentada en el sofá, erguida y firme.
Entró en la habitación, cogió su identificación y quiso arrastrarme fuera de casa.
—Vamos, vamos al hospital.
Intenté zafarme, pero no pude.
—De verdad, estoy bien. No necesito ir al hospital —dije en voz baja—. Por...