Pedro tenía dolor de cabeza, y pareció no escuchar mis palabras; se quejó: —¿Qué estás haciendo...?
No había terminado de hablar cuando pareció darse cuenta.
Pedro, sorprendido, preguntó: —¿Qué dijiste?
Mi tono era plano, como si hablara de algo ajeno a mí: —Dije que rompamos.
Pedro estaba aún más agobiado. Debido al regreso de...