—No lo haré más—. Lo miré fijamente, pronunciando cada palabra con claridad—Y tampoco me casaré contigo.
La sorpresa en el rostro de Espiridión se transformó en impaciencia.
—¿Me estás amenazando, Lucía Samano? Sabes cuál es mi carácter. No acepto amenazas ni me doblego ante nadie.
Sonreí con sarcasmo. Claro que conocía su carácter;...