Después de desmayarme, tuve un sueño.
En el sueño, era el día en que Pepe aún no se había enfermado.
La señora que nos ayudaba vino a pedirme permiso, diciéndome que su nieto estaba enfermo y que quería regresar a casa por unos días.
Como también soy madre, naturalmente lo entendí.
Por suerte, esos días la empresa de Adrián no estaba muy ocupada.
Cuando la señora pidió permiso, él mismo dijo que se quedaría en casa para cuidarnos.
Aunque Adrián ya era el dueño de la empresa, siempre fue muy cuidadoso y atento.
Cuando nació Julia, durante la cuarentena, él aprendió de la niñera cómo preparar la leche, cómo hacerle ejercicios al bebé para expulsar gases, cómo cambiar los pañales...
Sabía mucho más que yo.
Así que el día en que la señora se fue, no sentí ninguna incomodidad.
Pepe y yo dormíamos en el dormitorio principal mientras él jugaba con Julia en la sala.
Cuando se cansaba de jugar, iba a la cocina a prepararnos algo de comer.
Se podría decir que como padre, era intachable.
Recuerdo que esa noche, después de alimentar a Pepe, Julia y yo nos sentamos felices a cenar.
Aunque la habilidad de Adrián en la cocina no era excelente, Julia comía con tanto gusto que incluso dijo que de ahora en adelante solo quería comer lo que él cocinara.
Adrián acarició la cabeza de Julia y prometió que cocinaría para nuestra querida hija toda la vida.
Pero en ese momento, no sabíamos lo corta que sería la vida de Julia.
Después de la cena, yo, agotada por haber salido de la cuarentena, me retiré a descansar.
Poco después, medio dormida, vi a Adrián entrar sigilosamente a cambiarse de ropa.
Me incorporé y le pregunté:
—¿Tan tarde, a dónde vas?
—Hubo un problema en la empresa, necesito ir de inmediato. Julia ya está dormida, no te preocupes, regresaré pronto —me explicó mientras tomaba su chaqueta y salía apresurado.
Vi que se había puesto un calcetín de diferente color, así que supuse que realmente había un asunto urgente en la empresa y no lo detuve.
Pero, quién iba a pensar que esa muestra de comprensión me traería un dolor que duraría toda la vida...