Chapter 2 A prisión

Alma Lawson 2.1k words

—No… eso no puede ser —susurré devastado, volteando y tomando asiento en el catre de la celda, para no desplomarme por la impresión de aquellas palabras.

¿Por qué me sorprendía?

Era de esperarse que, si se había casado, hubiera hecho ese viaje. Sin embargo, no lo quería asimilar ni admitir; en mi pecho no cabía la idea de que ella en verdad me había apartado de su vida, de que olvidó todo lo que vivimos y sentimos, así como si nada.

Me tomé de la cabeza y miré el piso oscuro de aquella minúscula celda.

—Dios mío, ¿por qué me haces esto? ¿Por qué la pusiste en mi camino y dejaste que soñara tan alto? —pregunté a la nada, intentando encontrarle sentido a tanta maldad.

Zac me veía con tristeza e impotencia porque, al igual que yo, creía ciegamente en Camile.

—Buscaremos otra manera, Henry, no debes rendirte. Debe haber algo que se pueda hacer. Buscaré un abogado y verás que todo se soluciona, pero debes entender que tu madre tiene que saber lo que sucede.

Levanté mi rostro para verlo.

Mi madre… mi pobre madre moriría del disgusto y la decepción cuando lo supiera, pero no había forma de ocultar por tanto tiempo, algo que de todas maneras, terminaría sabiendo.

Asentí de mala gana, y Zac golpeó con fuerza los barrotes. Suspiré con frustración, poniéndome de pie y caminando de nuevo hasta las rejas que nos separaba.

—No podré evitar que lo sepa. Lo sé, Zac. Puedes decirle lo que ocurrió; ella sabrá que no tengo nada que ver en este asunto.

—Lo sé… todos sabemos que serías incapaz de algo así, pero no entiendo por qué Camile permitió esto, debe de haber una expli… —De pronto, calló, sin terminar de decir lo que diría y noté en sus ojos el asombro. Una sonrisa se asomó en sus labios y metió sus manos a través de los barrotes, tomándome de los hombros—. Debo irme, Henry. Ya sé qué debo hacer para solucionar este problema. —Lo vi con incredulidad, frunciendo el ceño.

—¿Qué harás, Zac?

—¡Ya verás! Muy pronto todo se resolverá… debo irme —salió, prácticamente corriendo, sin darme una explicación.

¿Qué diantres estaría tramando?

Resoplé fuerte, teniendo la certeza de que nada cambiaría mi suerte, si la mujer que amaba me había condenado a vivir aquella pesadilla. Deseaba tenerla frente a mí y preguntarle miles de cosas que necesitaban respuestas, para que mi alma no se siguiera atormentando. Sabía que, aceptar la realidad, y hacerme la idea de que sacarla de mi vida como ella lo hizo conmigo, sería lo mejor para mí. Tenía que aprender a enfrentar los designios que el destino me estaba imponiendo, pero no podía asumir, de la noche a la mañana, que todo se acabó y de la peor manera.

Ella, casándose y haciendo su vida, feliz al lado de otro.

Y yo, encerrado por algo que no cometí, y condenado a arrastrar en mi memoria, el tiempo que viví a su lado para siempre.

Al menos, si no se estuviera cometiendo esta injusticia conmigo, haría lo más fácil para mí: odiarla y tratar de arrancarla de mi pecho, de mis pensamientos y de mis entrañas. Sin embargo, no se valía lo que sucedía, era demasiado injusto que me dejara aquí, sumido entre las rejas, mientras ella vivía feliz, donde fuera.

No podía simplemente, cerrar la página de nuestra historia de este modo: con un adiós sin razones, con una acusación sin fundamentos, luego de que ella misma hiciera que me acostumbrara a sus besos, a su piel, a su cuerpo, a su risa… a todo su ser.

Sin más remedio, volví a ese incómodo catre y me recosté en él, aguardando a que Zac tuviera razón en que sabía cómo solucionar este problema. Otra opción, además de esperar, no tenía, pero con cada segundo que transcurría sin saber de ella, sentía cómo algo en mi pecho se iba apagando, se iba consumiendo lentamente y la esperanza de que todo se arreglara, se iba esfumando con ello.

ZACK

Cuando fui a la casa de Camile para ponerla al tanto de todo lo que estaba ocurriendo con Henry, jamás esperé que su madre me dijera que había salido de viaje por sus nupcias. Estaba seguro que algo no andaba bien, que ella había sido obligada a dejar a Henry y a casarse con ese hombre. Sin embargo, al oír aquellas palabras y rememorar las de Henry, de que ella lo había denunciado, pusieron en aprietos a mi intuición que me decía, que no pude haberme equivocado tanto.

No supe cómo verlo a la cara y decirle la verdad, pero no podía mentirle, porque eso implicaría perder un tiempo valioso que no teníamos. Mi cabeza trataba de hilar los hechos desde el momento en que Camile, sumamente preocupada, había acudido a mi llamado. Vi en su rostro y en sus ojos, que ella lo amaba profunda y sinceramente. Entonces, no comprendía el motivo por el que lo sometía, o dejaba que lo sometieran, a una injusticia.

Frustrado, había golpeado los barrotes de aquella celda por la impotencia y la intriga que me causaba todo, y fue entonces cuando recordé aquel sobre que Camile, tan celosamente, había puesto en mis manos. Salí del departamento de policía sin darle una explicación razonable, con la intención de ir a averiguar lo que, según Camile, sería su seguro de vida.

Conduje como un demente, impaciente por la situación y, para qué negar, por la curiosidad que me invadió aquello desde que me lo entregó.

Al llegar a casa, corrí hasta el armario donde lo había guardado, y al tomarlo, lo miré triunfante. Respiré hondo y caminé hasta el sofá que tenía en la sala, arrastrando una mesita hasta mí, para colocar el contenido sobre él. Despacio, rasgué el extremo del sellado, introduje mi mano dentro y extraje los papeles que resguardaba. Los coloqué sobre la mesita y fui tomando uno a uno aquellos papeles.

Eran como unas fichas personales, de un tal Frederick Ritter, donde, en pocas palabras, se resumía toda su vida. Cuentas bancarias disponibles, número de empresas, propiedades, dirección y… familiares.

Mis ojos se abrieron con sorpresa al leer el nombre de la madre de Henry, y entonces recordé que, el tal Frederick, llevaba el mismo apellido que ella.

Vivian Ritter, era nada más y nada menos que la hermana del multimillonario magnate italiano de licores, Frederick Ritter.

La conmoción no cabía en mí, y ahora estaba más seguro que nunca, de que Camile hubiera sido incapaz de haberlo acusado. Sin embargo, ella sabía que esto podría pasar y por eso se aseguró de dejar en mis manos todo esto.

Volví a revisar el sobre, y una misiva había quedado en el fondo del mismo.

Al extraerla, la desdoblé y la leí:

Busca a Frederick Ritter.

En los informes encontrarás su dirección y una carta dirigida a él, donde menciono a mi madre y a mi padre. De esa manera, sabrá que no mientes.

Jamás le digas a Henry sobre esto.

Si has abierto este sobre, es porque las cosas no van bien para él y comprenderás que todo se debe a que se enamoró de mí.

Por favor, no se lo digas. Te darás cuenta por las circunstancias, que es mejor que se olvide de mí.

Gracias por todo.

Camile

Suspiré, completamente sorprendido, doblando el papel y recogiendo todo de nuevo. Si antes estaba seguro que algo no andaba bien, ahora no tenía dudas de que Camile estaba en problemas y había arrastrado a Henry con ella.

Sacudí la cabeza y me dije a mí mismo que no había tiempo que perder. Salí de inmediato hacia la dirección que decía uno de los informes, y que pertenecía a la casa del tío de Henry. Tuve que conducir un par de horas hasta Hudson Valley. Al llegar a la imponente mansión que correspondía a la dirección de la casa, bajé del coche y un guardia de seguridad salió a mi encuentro.

—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó amablemente.

—Busco al señor Frederick Ritter. Es de suma urgencia entregarle algo —respondí con impaciencia.

—El señor Ritter no se encuentra —respondió.

—¿En qué momento llegará? Lo esperaré, si es necesario —volví a decir para que notara la urgencia que tenía por dar con él.

—En tres meses —replicó, haciendo que casi cayera de espaldas—. En esta época del año, viaja a Europa y se queda allí una temporada. Lo siento, señor.

—¿Tiene algún número donde pueda contactarlo? Debe haber alguna manera de comunicarse.

—Se nos tiene estrictamente prohibido revelar ese tipo de información, lo lamento.

—Entiendo… —retrocedí unos paso, llevándome las manos a la cabeza. De pronto, se me vino a la mente que Vivian podría ayudarme. ¡Sí! Ella convencería a su hermano de que volviera y ayudara a Henry—. Gracias. Veré la forma de comunicarme con él, antes de ese tiempo —dije apresurado, subiendo al coche y marchándome nuevamente para ver a Vivian.

Al llegar a su departamento, me vio afligida.

—Zac, no tengo noticias de Henry desde ayer, ¿está contigo? —preguntó preocupada y negué.

—Vivian, necesito que hablemos y lo mejor es que tomes asiento. —La tomé del brazo, acercándola al sillón gastado de su pequeño salón.

—¿Qué está pasando, Zac? Henry no me dice nada, y estuvo muy raro toda la semana, triste, de mal humor. ¿Acaso tiene problemas con Camile? —Calé una bocanada de aire para decirle toda la verdad.

—Vivian, Henry está en problemas y necesita de tu ayuda.

—¿Qué tipo de problemas? —frunció sus ojos con preocupación.

—Está acusado de fraude, en la empresa donde trabaja, y lo detuvieron ayer.

—¡Oh, por Dios! —exclamó, llevándose las manos a la boca. De inmediato comenzó a llorar.

—Todo es falso, Vivian. Ambos sabemos que Henry es incapaz de algo así.

—Yo sabía que nada bueno podía salir de esa relación con aquella muchacha. Ellos… ellos jamás debieron haberse dejado llevar por sus sentimientos. Personas de mundos tan distintos, nunca deben mezclarse —sollozó.

—¿Lo dices por experiencia propia? —pregunté. De inmediato su rostro se contrajo y viéndome con sorpresa—. Sé que vienes de una familia rica, Vivian, y es por lo mismo que he venido a decirte lo que está sucediendo. Necesito, o mejor dicho, Henry necesita que busques a tu hermano, Frederick Ritter, y le pidas que lo saque de la cárcel.

—No sé de qué estás hablando… —murmuró, esquivando la mirada.

—¿Serás capaz de dejarlo en la cárcel por no querer pedir ayuda, Vivian? —indagué con incredulidad.

—Tú no entiendes, Zac. No sabes todo lo que ocurrió. Además, hace treinta años que no lo veo, ¿qué te hace pensar que el presentarme junto a él, así como así, surtiría el efecto que esperas?

—Esto… —tendí el sobre hacia ella—. Aquí dice que él te ha buscado durante todos estos años.

—Fue Camile, ¿cierto? —preguntó molesta—. ¿Ella te dio esta información, para tratar de redimirse por el daño que le está causando a mi hijo?

—Lo menos que interesa en estos momentos es eso, Vivian. Lo importante es que Henry sea libre.

—Le prometí a su padre que jamás buscaría a mi familia. —Se excusó—. Podemos buscar un abogado y tratar de sacarlo sin la necesidad de acudir a Frederick.

—No. —Negué—. Esto no se trata de algo sencillo, Vivian. Es gente poderosa la que está detrás de todo y solamente alguien a su altura, podrá salvar a Henry. Me decepciona que no lo quieras ayudar y antepongas tu orgullo. —Me puse de pie para marcharme. Me había enfadado que Vivian no quisiera ceder o tuviera dudas para hacerlo, y antes de faltarle el respeto, prefería salir de su casa.

—Está bien, Zac, tú ganas. Llévame junto a Frederick y ya veremos si tienes razón.

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