-¡Juro que nunca le he pateado el trasero antes, pero ahora mismo me pica la mano por darle una buena paliza!
En la mansión Ford, la habitualmente amable Rachel Smith-Ford miraba fijamente a su hijo con una zapatilla en la mano mientras su marido la sujetaba por la cintura.
-Tranquila, nena. Escuchémoslo...