Chapter 2. Alma Gemela

Sunshine Princess 948 words

Al llegar al hotel, todos sonreían e interactuaban. Llevaban sus mejores trajes y joyas, y, al notarnos, todos inclinaron la cabeza en señal de respeto.

Salomón dio un breve discurso sobre lo que aún está por venir y me agradeció por estar siempre a su lado.

—Oye —le dije—. Interactúa con ellos, voy a buscar a Lina.

Él asintió y me besó antes de unirse a sus invitados. Lina, diminutivo de Catalina, era mi mejor amiga y compañera de habitación en el campus de la universidad. Al principio, no éramos cercanas. Lina me despreciaba porque creía que su novio, el beta de la manada, Miguel, estaba enamorado de mí en secreto. Pero estaba equivocada; Miguel sólo me veía como a una hermana, ya que veníamos de la misma manada, La Manada Piedra Dorada, una de las más grandes y fuertes del mundo, y mi padre es el alfa. Una vez que le explicamos nuestra historia, Lina y yo nos convertimos en mejores amigas. Como yo, dejó su manada para estar con Miguel.

—¡Eloisa! —escuché la voz emocionada de mi mejor amiga. Me volví con una sonrisa y la abracé.

—¡Amiga, luces espectacular! —exclamó.

—Tú también —sonreí.

—Por cierto, Daniel Garza te está buscando.

Suspiré al escuchar ese nombre; Daniel Garza era uno de los solteros más ricos y apuestos de la ciudad. Cada año, las mejores empresas eligen a cinco estudiantes destacados en un área para hacer prácticas, y este año, G-S.A, la empresa de Daniel, me seleccionó porque soy la mejor analista de datos de mi universidad.

—No quiero verlo. Sólo quiere usarme para molestar a Salomón —dije. Daniel y Salomón eran alfas de grandes y ricas manadas, aunque rivales.

—Sí, pero no puedes negar que es una gran oportunidad —respondió Lina. Era una oportunidad maravillosa, aunque no quería provocar a Salomón aceptando la oferta de G-S.A

—Por ahora, trabajaré en la empresa que Salomón me recomendó.

Hablamos un poco más sobre el trabajo, y ella me contó que tenía una exposición en la que debía estar presente. Catalina era una gran pintora, y su obra era muy valorada en la universidad desde que cambió su especialización a artes.

—Hola, chicas.

Nos volvimos y sonreímos al ver a Therasia. Therasia era una omega pelirroja tímida que iba a nuestra universidad. A los estudiantes no les agradaba porque era una loba sin manada. Un lobo sin manada era considerado salvaje y tratado como un forastero. Nosotras la acogimos hace poco, y con el tiempo había ganado algo de favor.

—No sabía que vendrías —le dije y besé su mejilla. La invitamos a reuniones sociales, pero nunca asistía porque se sentía fuera de lugar.

—Lina me invitó. No quería venir, pero estaba aburrida en el campus.

—¡Oh, Therasia! Te ves hermosa, y ese escote, ¡vaya chica! —Catalina la elogió, y ella se sonrojó.

—No tenía nada más que ponerme. Es el vestido que me regalaste el mes pasado, Eloisa —dijo tímidamente.

—Te ves espectacular con él.

—Entonces, ¿dónde está el anfitrión? Deberíamos presentarle nuestros respetos, ¿no? —preguntó Therasia, con la mirada buscándolo.

—El anfitrión es mi novio, Salomón Calvo. Creo que se han visto una vez, ¿no?

Creo que sí, pero apenas se cruzaron; Therasia se apresuraba a irse, y Salomón no le prestó atención.

—Eh... creo que... lo vi en una revista de negocios y en televisión, pero nunca en persona.

—Oh. Te lo presento yo... —no terminé mi frase cuando vi a Salomón y a Miguel acercándose.

—¡Allí está! —le sonreí. Mi novio se detuvo en seco.

—Salomón —lo llamé suavemente, a punto de acercarme a él, pero Lina me sujetó la muñeca, preocupada. Seguí la mirada de Salomón. Estaba mirando a la mujer que estaba detrás de mí.

—Compañera...

Mis rodillas flaquearon al escuchar a Salomón susurrar esas palabras. Di un paso atrás.

—Salomón, amor...

Recuperé la compostura y me acerqué a él en un intento desesperado por captar su atención, besándolo.

—Me alegra verte —balbuceé, tratando de contener las lágrimas.

—Compañera... —susurró de nuevo, ignorándome y mirando a Therasia. Apenas podía respirar y me hice a un lado. Salomón avanzó lentamente hacia ella y, con manos temblorosas, acarició el rostro lloroso de Therasia.

—Hola, compañero...

No, no, no. Rogué en silencio a la diosa de la luna que me despertara de esta pesadilla, pero el toque de Lina me confirmó que no era un sueño. Los dos estaban perdidos en la mirada del otro, y no pude soportarlo más; me di la vuelta y salí. Caminé por las calles desiertas sin importarme la llovizna que caía.

—¡Eloisa, Eloisa, espera! —No tenía fuerzas ni ánimo para darme la vuelta y hablar con Lina. Me senté en un banco de la calle y enterré la cabeza en mis manos, llorando.

—Oh, cariño... —Lina me abrazó y lloré aún más fuerte.

Salomón había sucumbido al vínculo. Cuando cumplí dieciocho años y supe que él no era mi alma gemela, me rompí el corazón. Pero me aseguró que no importaba, que no necesitábamos el vínculo para estar juntos, y que, aunque encontráramos a nuestras almas gemelas, las rechazaríamos para estar juntos por siempre. Me bastaba con esa promesa de eternidad que me hizo.

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