—Estás pensativo —dijo Daniel suavemente, dando pasos hacia mi escritorio.
—Salomón, nosotros—. Me mordí la lengua con fuerza después de que ese nombre saliera de mis labios. Daniel se detuvo en seco, sus ojos eran feroces.
—¿Salomón? —se burló, cruzando los brazos sobre mi pecho. Fui hacia él de inmediato, sosteniendo sus...