Eloisa
—¿Qué pasa? —preguntó él. La sirvienta vino y, en silencio, se llevó a los niños a la cocina, dejándonos hablar a solas. Salomón se sentó en el sofá y me colocó entre sus piernas. Depositó un beso suave en mi hombro. Me sonrojé como una tonta al sentirlo. Julián disimuló...