Eloisa
Salomón estaba de pie contra la gran pared de vidrio, mirando el vasto bosque, pero vi cómo su espalda se tensó cuando me sintió. Se dio la vuelta y me ofreció una pequeña sonrisa que calentó mi corazón.
—Buenos días —saludó con esa profunda y atractiva voz que tenía.
—Has llegado temprano...