—No quiero arruinar mi ropa interior —respondió Humberto, como si fuera obvio, y empecé a creer que estar desnudo era realmente necesario. Me di una palmada mental en la cara por lo ridículo de mi razonamiento.
¡Maldito astuto!
—Tienes que girarte, ¿sabes? —dijo Humberto.
Sacudí las manos, demasiado mortificada por lo que había...