—Bueno, si mi compañero hubiera sido tan imbécil como el tuyo, habría perdido la cabeza por los celos.
—Dime una cosa —dije, tirando de la mano de Humberto para que redujera la velocidad mientras íbamos hacia la reunión de la manada.
—¿Qué? —preguntó distraído, acercando mi cuerpo al suyo.
—Anoche me dijiste que...