Chapter 3

Shanika Rana 944 words

—¿Puedes volver a ignorar mi existencia, como has hecho durante los últimos años, Humberto?

******

Llegué más de veinte minutos tarde a mi clase de inglés. Y, por supuesto, mi clase de inglés estaba en el otro extremo de la escuela. Estupendo. El universo me odia.

No me malinterpretes. No es que me muriera por llegar a clase, es que nunca había llegado tarde y la idea me perturbaba, aunque llegar tarde no fuera del todo culpa mía. Tacha eso. No era culpa mía en absoluto.

Corrí todo el camino, tan rápido como mis piernas me llevaban y adivinen qué, la Sra. Vigor ni siquiera estaba allí, y aquí estaba yo, resoplando, para poder recuperar el aliento. Guau. Eso sí que es ser responsable.

Cuando entré en el aula, cesó la charla y todo el mundo levantó la vista. Cuando se dieron cuenta de que era yo y no el profesor, volvieron a centrar su atención en lo que estaban haciendo.

Escudriñé el aula en busca de un asiento vacío y el único disponible era el que estaba frente a Humberto Campa, que estaba ocupado chupándole la cara a una chica.

Este chico tiene serios problemas hormonales. Su comportamiento definitivamente no es normal.

Ni siquiera era la misma chica con la que lo vi en el armario del conserje. ¡¿Cuál era su nombre, Luisa?! Quiero decir, literalmente. Que. El. Demonios.

¡¿Podría ser más idiota?!

Ni siquiera la estaba besando sutilmente o tratando de ser discreto al respecto. Estaba metiendo su lengua en la garganta de la pobre chica. Ella estaba sentada en su regazo y gemía su nombre entre beso y beso. Sólo con mirarla, estaba segura de que le estaba haciendo daño en las tetas de tanto manosearla. Adivina qué, a ella ni siquiera le importaba. ¡¿En qué se ha convertido el mundo?!

Quiero decir, ¡¿fui sólo yo o alguien más pensó que este tipo de comportamiento era muy inapropiado en público?!

¡¿Puede siquiera respirar sin una chica colgando de su brazo o aferrándose a su lengua como si su vida dependiera de ello?!

Asqueroso.

Si dependiera de mí, me sentaría en la otra esquina de la sala, lejos de esta ETS andante. Preferiblemente, me quedaría en la otra esquina de la escuela lejos de él.

Dejé los libros en el pupitre y me senté en el último asiento disponible, frente a Humberto. De muy mala gana, debo añadir.

Estando tan cerca, podía oír cada suspiro, jadeo y gemido.

Mátame ya. Ya era demasiado incómodo.

¿Qué juegos está jugando el universo conmigo?

Saqué el móvil de los vaqueros, me conecté los auriculares y puse música a todo volumen, lo suficiente para tapar los ruidos que venían de detrás.

Después de dos canciones, la puerta se abrió de golpe y entró una ruborizada señora Wilson con el material de su blusa de cachemira alborotado, los botones desabrochados y el pelo revuelto en un millón de direcciones distintas. ¿De verdad tiene babas en la cara? ¿De verdad ha estado durmiendo todo este tiempo? Tan jodidamente profesional.

Todavía sin aliento, nos pidió que abriéramos nuestros libros por la página 320 y trató de alisar las arrugas de su blusa. La palabra clave era "intentó".

Puse los ojos en blanco ante aquel comportamiento tan inmaduro.

Me quité los tapones de los oídos y volví a meterme el móvil en los vaqueros.

—Psst.

—Psst. —Alguien me dio un golpecito en el hombro y me giré para ver a Humberto, que se inclinaba hacia adelante en su asiento para hablarme.

—¿Qué? —siseé.

—¿Tienes un bolígrafo?

Suspiré, decidiendo que no valía la pena discutir. ¡Por supuesto! ¿Qué más podía esperar de él? Simplemente rebusqué en mi bolso y le entregué un bolígrafo.

Después de unos dos minutos, su aliento rozó mi cuello.

—Psst.

—¿Qué? —pregunté, sin darme la vuelta.

—Hola, soy Humberto. —Pude imaginarme la famosa sonrisa arrogante en su cara, esa que todos los chicos malos suelen llevar.

OH DIOS MÍO. ¿Hablaba en serio? ¿Estaba ligando conmigo? ¿En plena clase? ¿Y justo después de que lo vi devorarse a otra hace nada?

—Sí, ya lo sé. —Apreté los dientes. Solo quería mantener esta "conversación", si es que mis respuestas secas podían llamarse así, lo más breve posible.

Volví mi atención al frente del aula, donde la señorita Wilson seguía divagando sobre alguna novela que estaba en nuestro programa.

—Psst.

Lo ignoré.

—Psst.

Solo ignóralo.

—Psst. —Me tocó el hombro. Lo ignoré y copié lo que pensé que la señorita Wilson estaba explicando.

—Psst. Tap. Psst. Tap. Psst. Tap. Psst.

—¿Qué demonios, Humberto? —siseé, cuidando que mi tono fuera lo suficientemente bajo como para no atraer atención, pero lo suficientemente afilado como para sonar venenoso.

Sus labios se curvaron en una sonrisa y sus ojos brillaron con picardía.

—No es mi culpa. Tú eras la que me estaba ignorando.

Sí, imbécil. ¿No captas la indirecta? Te estoy ignorando porque no quiero hablar contigo. ¿No tienes cerebro?

—¿Podrías volver a ser indiferente a mi existencia, como lo has sido durante los últimos años, Humberto?

—Vamos, ahora tienes mi atención. Estoy recuperando el tiempo perdido.

Aún podía sentir su sonrisa, aunque seguía mirando al frente y no me había vuelto a mirarlo. Puse los ojos en blanco y resistí el impulso de gemir en voz alta.

Previous Next
You can use your left and right arrow keys to move to last or next episode.
  • Previous
  • Next
  • Table of contents