Nos separamos, ambos sin aliento, y nos sonreímos.
Humberto tomó mi mano. —Vamos, quiero mostrarte algo.
Me guió fuera de la oficina, subiendo las escaleras, cruzando un pasillo, y deteniéndonos frente a una habitación. Lo miré, confundida sobre de qué se trataba.
Humberto se sonrojó. —Quería mostrarte mi habitación.
Sonreí. —Está bien.
Abrió las puertas...